Cómo conservar la leche materna

La leche materna es bastante importante para la nutrición del niño, pero puede convertirse en foco infeccioso si no se manipula correctamente una vez extraída del pecho.

Conservar la leche materna

Durante la etapa de lactancia, es probable que no siempre tengas la oportunidad de estar al lado de tu bebé para poder darle el pecho. Esta situación se hace presente sobre todo una vez que te incorpores al trabajo luego del periodo post parto. En ese caso, te conviene que conserves la leche materna en el refrigerador para evitar imprevistos y sorpresas de última hora.

Es muy posible que temas que tu bebé pase hambre mientras tú estás fuera y no puedas hacer nada por eso. En tiempos remotos tal vez tu angustia tuviera razón de ser, pero en la actualidad, con la existencia de frigoríficos y los avances de la pediatría, no hay motivo para alarmarse.

En primer lugar, es fundamental que conozcas cómo funciona tu recién estrenado cuerpo de mamá y conozcas que tras el embarazo y el parto es posible que se produzca el incremento de leche; esto debido a muchos cambios hormonales.

No solo el retorno al trabajo te puede imposibilitar amamantar directamente a tu bebé, también existen otros factores como cuando sientes molestias en los pechos debido a la inflamación de los pezones o cuando pasas por alguna enfermedad como constipados y gripes.

Es evidente que, entre la leche natural materna, rica en proteínas y grasas beneficiosas, y la leche de fórmula, su sustituto artificial, no hay punto de comparación. Y también es indudable que cuando el bebé mama directamente del pecho de su madre en lugar de un biberón se crea un vínculo único e incomparable entre ambos que complementa la unión creada con el niño durante el embarazo.

Sacaleches

Ante la situación de que no puedas tener a tu niño en brazos por circunstancias que no puedes controlar, lo ideal es que te valgas de un sacaleches para almacenar o congelar la leche materna que va a servir de alimento par el recién nacido. Sin embargo, conviene que durante los primeros días después del parto, las madres se dediquen exclusivamente a sus bebés para que puedan beneficiarse del líquido precursor de la leche materna, el calostro; también llamado “oro líquido”, la composición del calostro proporciona al bebé todas las proteínas y nutrientes necesarios para sus primeros días.

Lo más importante de este calostro amarillento es que contiene una amplia variedad de beneficios para el bebé, pues combate las enfermedades, ofrece protección contra los patógenos y se encarga de producir anticuerpos para neutralizar bacterias e infecciones.

Recipiente adecuado

Debes tener en cuenta que es fundamental guardar la leche que te sobra y no desecharla, porque en algún momento la necesitarás después, cuando tu bebé tenga hambre o cuando te duelan los pechos. Antes de hacerlo toma las precauciones higiénicas respectivas y lava cuidadosamente tus manos. Después de sacar la leche, introdúcela en un envase en que se han conservado otros alimentos, como un frasco de cristal o de plástico duro.

Muchas madres se rompen la cabeza tratando de que el recipiente esté libre de bacterias, pero no hay que darle muchas vueltas, no se necesita un proceso previo de esterilización; con que lo laves con agua y jabón es suficiente para poder almacenar el alimento de tu bebé.

Múltiples posibilidades

En el caso de que vayas a necesitarla ese mismo día, puedes dejarla fuera del refrigerador, a temperatura ambiente no inferior a 25°C, pero recuerda que solo podrás hacerlo durante las próximas horas, de lo contrario es preferible que la refrigeres inmediatamente después de su extracción. Este proceso no debe durar más de ochos días, por lo que, lo ideal, es que permanezca fría cinco días.

Por el contrario, muchas madres prefieren congelarla, y hacen bien, porque de esta forma podrán despreocuparse en cierto modo de la fecha en que se ha dejado el recipiente en el congelador. Debes tener en cuenta que la leche puede aguantar hasta seis meses en condiciones óptimas de salubridad, con los nutrientes necesarios para tu bebé, prácticamente intactos, aunque es preferible que la utilices antes de los cuatro meses desde la fecha de su congelación, la que deberá estar indicada en una etiqueta. Si esperas demasiado tiempo para descongelarla, su composición será más débil y tendrá menos grasa y proteínas, fundamentales para la alimentación del niño.

Una vez hayas decidido cuál es la mejor opción para conservar la leche para tu bebé y la lleves a congelar, es importante que solo la descongeles una vez habiendo pasado previamente por el refrigerador. Debes hacerlo en un recipiente con agua y nunca en el microondas o directamente en el fuego.

En caso hayas descongelado más leche de la que tu niño necesita, no se te ocurra volver a calentarla porque la producción y proliferación de bacterias una vez descongelada es impresionante y las probabilidades de que se multiplique el número de infecciones es bastante alta. Un recalentamiento también podría alterar su composición. Como máximo, podrás esperar hasta media hora para comprobar si tu niño ha quedado con hambre para volver a dársela, pero nunca calentarla de nuevo ni cambiarla de recipiente o biberón.