Imponente la naturaleza en su máxima expresión: Las Cataratas de Iguazú
La experiencia es indescriptible. Al bajar en la estación de la ciudad de Puerto Iguazú, ya había hecho mi reserva de alojamiento. El alquiler de cabañas en Argentina es la mejor opción para hospedarse en lugares como éste, agreste, lleno de naturaleza. A medida que te acercas el ruido crece y cada vez uno, se siente más pequeño.
Hace un par de veranos decidí emprender una aventura por los diversos lugares maravillosos que ofrece Argentina, mi objetivo era además de descansar del trabajo diario, descubrir todos sus misterios, es por ello que recordé lo que me habían dicho una vez: La experiencia de viajar sola te llena de paz y armonía, y lo más importante, nos olvidamos absolutamente de todo y de todos, nos dejamos llevar por el destino.
La aventura comenzó en Buenos Aires, desde allí, me esperaban 17 horas en autobús hasta mi destino: Las Cataratas del Iguazú. Estuve muy cómoda durante el viaje, el servicio excelente en todos los sentidos. Las horas pasaron sin darme cuenta y comencé a contemplar por la ventanilla el regalo más grande la naturaleza, su imponente verde intenso hasta llegar a ser uno mismo con el entorno.
Dicen los lugareños que ellos no se asombran de ver tanta planicie y llanura, interminables praderas sembradas. Campos y más campos, verdes de avena y algo más amarillos de alfalfa.
Todo viaje implica gastos extras, pero este de verdad valió la pena. Y eso que he viajado mucho pero la sensación de estar a merced de la naturaleza nunca la había sentido tan de cerca. En ese exacto momento, entendí por qué este grandioso lugar ha sido considerado una de las 7 maravillas del mundo.
Mi deseo era conocer la Garganta del diablo, es el salto más grande e imponente de las Cataratas de Iguazú. El tren de La Selva, así que es como lo denominan, nos condujo a mí y a una gran cantidad de turistas, a la Estación Garganta del diablo, atravesando la selva, ya que está totalmente abierto, diseñado para tomar contacto directo con la naturaleza.
Sólo unos minutos después, no sé cuántos exactamente, comenzamos a caminar por la pasarela, aferrados de la baranda, cautivados por el espectáculo sensorial que produce la caída del agua.
Trataba de no perderme nada, pero luego, me dejé llevar, contemplando el arco iris que se conformó por la unión del agua y los rayos del sol. Magnífico, el mejor momento de mi vida, un espectáculo que terminó por erizarme de la emoción.
Dos horas me llevó recorrer este regalo de Dios. Es impresionante la mezcla de colores, el verde intenso de la selva, el rojo de la tierra y el blanco por el vapor del agua
Justo aquí recordé la leyenda sobre las Cataratas que había leído durante mi viaje en el autobús, una historia de amor entre dos guaraníes: Tarobá y Naipi. Era costumbre que las tribus guaraníes se reúnan en el Rio Iguazú, para sacrificar una joven como regalo a una serpiente llamada Boi.
Llegó el momento de sacrificar a la joven nativa Naipi, sin embargo su enamorado no lo permitió y decidieron escaparse juntos. Pero la historia no termina allí; la joven pareja fue apresada por la serpiente y los transformó en dos árboles, actualmente pueden ser observados en la parte superior de las cataratas. Además, Boi la serpiente tan enojada, resolvió dividir el curso del rio en dos.
Sólo el amor podía explicar -en una leyenda- la incógnita de los indígenas y de todos nosotros que no cesa de buscar una respuesta: ¿Cómo fue que se formaron las imponentes Cataratas de Iguazú?