Frustraciones y dolores resultantes de la paternidad, padres unidos por el dolor
¿Cuántos de nosotros mismos nos planteamos al comenzar una relación que esa alegría permanente, pasión desbordada y emoción incontrolable, no será un estado permanente?
¿Cuántos de nosotros mismos nos planteamos al comenzar una relación que esa alegría permanente, pasión desbordada y emoción incontrolable, no será un estado permanente?
¿Quién es capaz al elegir al compañero/a con el que transitará por su existencia, con el que conformará un hogar y… con el que compartirá los hijos, de pensar en situaciones dolorosas?
Los seres humanos somos instintivos, dentro de los rasgos y características que nos diferencian de los animales, se encuentra la correcta gestión de los instintos.
Gracias esa condición racional de los seres humanos, somos capaces de solventar cualquier escenario dolorosa al que tengamos que enfrentarnos, si bien no somos capaces de prepararnos para ellos con antelación o enfrentarlos de forma racional desde un comienzo.
La llegada de los hijos es un punto de inflexión sin precedentes en la vida de las familias. Un hijo es la continuación de dos vidas, el símbolo pleno del amor entre dos personas, una nueva vida y… también, una fuente inagotable de problemas, procesos de aprendizaje alegrías y frustraciones para los padres
Durante el desarrollo del niño, los padres deberán enfrentarse a multitud de situaciones en las que se pondrá de manifiesto la tremenda complejidad que implica la formación de un ser humano.
El proceso de maduración por el que los padres deben atravesar si quieren ser capaces de saber distinguir entre, formación y expectativas, es uno de los más complejos de vivir para un ser humano.
Llega un momento en el que todos los padres deben enfrentarse a una dura realidad que no por escuchada y tipificada teóricamente, resulta más sencilla de madurar y asumir en primera persona: Los hijos son personas distintas a sus padres, individuales y únicos con rasgos, comportamientos y personalidades que, en ocasiones pueden resultar completamente extrañas y profundamente devastadoras.
La paternidad es un proceso muy gratificante pero a su vez muy doloroso, las parejas tienen en esta empresa conjunta, uno de sus mayores retos por lograr.
Es fundamental que exista el acuerdo sobre los sistemas educativos que se seguirán, ambos cónyuges deben ser capaces de abstraerse de sus propias expectativas y deseos, para centrarse en la formación del núcleo de sus hijos como personas.
Las expectativas, grandes detonantes del dolor conjunto
La historia se repite generación tras generación, cuando nace el bebé, una de las primeras frases pronunciadas en relación al nuevo ser es “ es igual a su mamá” o “idéntico a su papá”… estos clichés repetidos y constantes, ponen de manifiesto que un hijo, es para los padres una oportunidad, quizá para no repetir el esquema educativo que ellos percibieron, quizá para que su hijo logre aquel sueño que ellos nunca alcanzaron y siempre… siempre en todos los casos, un deseo permanente de lograr la felicidad plena y la realización máxima.
Sin embargo, los hijos son especialistas en romper expectativas, este hecho en sí mismo no es negativo, ya que estamos ante el mágico milagro de la vida y por lo tanto, ser plenamente conscientes que los hijos tienen su propia personalidad, gustos, aficiones y sueños, no debe ser motivo de dolor.
Pero lo es… y no es que sean los hijos quienes den dolor a los padres con sus comportamientos dispares o sus respuestas inesperadas ante los estímulos, son las propias expectativas rotas las que aportan un dolor devastador a la pareja.
Objetivos definidos
Si quiere evitar situaciones dolorosas en su relación con sus hijos, es fundamental que destierre el deseo que su hijo siga sus pasos en tal o cual actividad, estudio, afición, deporte… es posible que sea así, pero es mucho más frecuente que los hijos opten por situaciones radicalmente distintas a las que usted hubiera deseado.
Los padres deben centrarse en consolidar los valores básicos de convivencia en la personalidad de sus hijos, dotarles de las herramientas necesarias para enfrentar las situaciones particulares a las que ellos tengan que enfrentarse, separando el ámbito formativo, de la frustración y el dolor por las expectativas no cumplidas.
Éste, el dolor de los padres, es un compartido de la pareja, una arista más con la que se va formando y avanzando en el proyecto de vida y debe ser vivido de forma íntima. Cada cónyuge debe dejarse caer en el otro y ambos, deben iniciar el camino hacia la superación de sus propios dolores y sus propias frustraciones, al margen de los hijos, al margen de sus decisiones.
Sus frustraciones son suyas… no se las transmita a sus hijos, ya tendrán tiempo de acumular las suyas propias.