¿La amistad entre el hombre y la mujer es posible?

La generalización no es buena, hay casos en los que sí y otros en los que no, dependerá de cada uno

Amistad hombre y mujer
Foto cortesía de rogiro - Flickr.com

¿Qué es la amistad?

Según la definición de la Real Academia española: “Afecto personal, puro y desinteresado, ordinariamente recíproco, que nace y se fortalece con el trato” (1)

Una definición un poco más coloquial podría decir que es una relación entre dos personas basada en los intereses comunes, las afinidades, la empatía, y un amigo vendría a ser lo que muchas veces se dice “un hermano de la vida”.

Ahora bien, en ninguna de estas definiciones se explicita que la amistad tenga exclusividad de sexos, es decir que tenga que ser estrictamente entre mujeres o entre varones. Entonces por qué es tan común y tan corriente el eterno dilema de si existe o no la amistad entre el hombre y la mujer o si ésta es posible.

La amistad: Una construcción cultural que viene unida a la de género

El género es una construcción cultural e histórica que impone una forma de ser mujer y una de ser varón. Es así que desde chiquitas a las nenas se les regalan muñecas, ollitas y todo tipo de juguetes relacionados con el rol de género que la cultura patriarcal ha dispuesto para ellas: La maternidad y la dedicación a las tareas del hogar y cuidado de la familia. Mientras a los varones se les ofrecen pelotas, autitos, herramientas, todo tipo de cosas relacionadas con su rol de varón: Hombre fuerte, proveedor (el que sustenta económicamente a la familia), el que todo lo soluciona, etc. Es decir que desde niños la cultura va condicionando a hombres y mujeres a roles determinados por años y años de tradición. Dentro de la cual también está aquello de “las nenas con las nenas, los nenes con los nenes”.

Por lo tanto: ¿Qué tan cierto es que hombres y mujeres tengan realmente intereses y gustos diferentes? ¿Serán naturales o construcciones culturales históricas que determinan que las cosas sean de determinado modo y no de otro?

En este contexto también desde niños se separa a través de los juegos, posteriormente del deporte, etc. a niños de niñas, obligando de alguna manera a que surja la amistad entre los seres del mismo sexo, porque es con quienes se relacionan habitualmente. Es por ello, que el que la amistad sea más común entre mujer – mujer y entre hombre – hombre, responde más a una construcción cultural que a cualquier otra intención sexual oculta que muchas veces argumentan quienes afirman que la amistad entre el hombre y la mujer no es posible.

Somos seres sexuales pero ante todo racionales

Afirmar que la amistad entre el hombre y la mujer no es posible porque siempre uno de los dos va a pretender cruzar la barrera de la amistad con fines sexuales, es un tanto simplista y reduccionista. Los seres humanos somos seres sexuales, pero ante todo racionales, no somos animales que llevados por nuestro instinto al entrar en celo intentamos copular con cualquiera del sexo opuesto que se nos cruce por delante.

Dando como verdadera además tal afirmación, no podría existir entonces la amistad entre una lesbiana y una mujer porque se podría confundir la amistad con fines meramente románticos. La clave del asunto, radica en que cuando uno empieza una relación con otro hay un interés, un enamoramiento y uno no se enamora o se interesa amorosamente por todas las personas del sexo opuesto (en el caso de los heterosexuales) o por los del mismo (en el de los homosexuales).

La amistad es un concepto mucho más amplio, más puro, en el que lo sexual no tiene cabida y si la tiene deja de ser una amistad, para transformarse en otra cosa. Pero que ello pueda suceder no es una condición determinante para afirmar categóricamente que la amistad entre el hombre y la mujer no existe o no es posible. Habrá casos en los que el amor, lo erótico trascienda la barrera de la amistad y otros en los que no. Seguramente dependerá de que tan claras tengan las cosas, los sentimientos, los miembros de la relación y que tan abierta su cabeza como para aceptar que una amistad no puede jamás limitarse al sexo del otro, porque se es amigo de la persona íntegra, no de su género.

(1) Diccionario de la Real Academia Española. Madrid, 1992