Prevención de accidentes domésticos en niños pequeños

"Cuando llega el bebé cambia nuestras vidas, y nuestra casa también"

Prevención de accidentes domésticos en bebés

A continuación se mencionan algunos puntos que no siempre se tienen en cuenta, en la prevención de accidentes. Si existe la posibilidad de elegir, una casa es más segura cuando todos los ambientes en la misma planta, sin desniveles, escaleras ni escalones. Si no está en planta baja, se deben asegurar ventanas y puertas al balcón.

Casas con escaleras: Es indispensable una barrera de seguridad, que impide el paso de los pequeños “hasta determinada edad”: Varía según cada niño, aproximadamente a los 2 años, cuando acercando algún objeto pueden escalar y esta barrera agrava el riesgo. Llegó el momento de enseñarles, a subir y bajar con nosotros, de la manito.

Las caídas de la cuna o la cama: Tan frecuentes, se pueden evitar, utlizando cunas con la profundidad adecuada, que pueden ser incómodas para los papás.

Cuando empiezan a incorporarse, nunca sabemos cuando será, desconocen la ley de gravedad y sus peligros. Cuando vamos de visita a casa de la abuela, duermen en su cama, al despertarse salen a investigar el terreno, sigilosamente y pueden caerse. Es preferible si no tienen una cuna transportable, armar un colchon en el suelo, sobre una alfombra, en la silla de paseo, en un sofá al lado nuestro, antes que la cama del adulto sin protección. La superficie debe ser firme, no blanda. Más importante que el “confort” es que duerma y se despierte seguro.

Caída de objetos: Los adornos, jarrones, los libros, desaparecerán hasta una altura aproximada de 1,20m. Donde no puedan alcanzarlos con sus manitos, y arrojarselos sobre su cabeza o su cuerpo. Mejor reemplazar los manteles por bonitos individuales. Es cuestión de segundos, mientras mamá busca el biberón o el pañal limpio.

Los cajones: Deben asegurarse con trabas adecuadas, elevar también todo tipo de sustancias peligrosas, y otras no tan peligrosos.

TV: Hay algunos modelos de televisores grandes que tienen distribuido su peso “hacia adelante” y cuando están ubicados en una mesa poco estable, o en un mueble con cajones, donde los pequeños pueden escalar, se convierten en trampa peligrosa.

Asfixia por inmersión: El momento del baño es uno de los más peligrosos. El agua no da tiempo a nada, y buscar la toalla o el jabón que olvidamos, puede ser un segundo mortal. Desde luego, quien llame por teléfono tendrá que dejar su mensaje, quien llame a la puerta tendrá que esperar o volver en otro momento.

Es aconsejable preparar todo antes del baño, y si se olvidó algo, llevar al bebé en brazos, que se humedezca nuestra ropa no es tan grave. Es preferible dejarlo sobre una alfombra en el piso, antes que en el agua.

Los bebés pequeños rotan en el agua con más facilidad, y en un segundo quedan con su boquita y su nariz sumergidas.

Las piscinas en casas de parientes y amigos: Mientras los adultos conversan, se distraen, en segundos el daño puede ser irreparable. Un adulto debe cuidar al bebé todo el tiempo, y delegar explícitamente en otra persona cuando no puede hacerlo.

En la propia casa, se debe cercar el natatorio, con una puerta con traba de seguridad, o mejor aún con cerradura y llave. También se pueden colocar alarmas que alertan cuando un objeto “pesado” cae al agua, por ejemplo mayor a 5 kg. Pero el tiempo es muy escaso, al escuchar la alarma dependerá a que distancia se encuentra el adulto y si éste está en condiciones físicas y sobre todo anímicas de realizar las maniobras correctas.

El atragantamiento: cuando se aspira un objeto menor al diámetro de la tráquea como un trozo de comida, una uva, piezas pequeñas de algunos juguetes, se atraviesan impidiendo el paso del oxígeno. Ello genera pánico en el adulto que agrava la situación introduciendo sus dedos o golpeando la espalda. Se desespera, los segundos corren, y el daño puede ser irreversible.

La maniobra de Heimlich puede salvar vidas pero nada suple la vigilancia continua y próxima de los adultos, de “personas responsables”; no deleguemos en hermanos mayores, pues siguen siendo niños, y en caso de accidente, al dolor se le puede sumar un sentimiento de culpa por no haber podido evitarlo. De nosotros depende.